Parece que el tiempo no avance. Que sesenta años después, la situación siga igual que en los inicios. Y es que Israel sigue en conflicto. Un conflicto que dura desde el día después de su fundación: el 14 de mayo de 1948, Ben Gurión fundó el Estado de Israel en tierras de la antigua Palestina, y ya al día siguiente comenzó la primera guerra árabe-israelí. La decisión de la ONU de aprobar en 1947 la partición de Palestina en dos mitades, una árabe y otra judía, para propiciar así la creación del Estado de Israel nunca ha dado un resultado positivo. Y no parece avistarse un acuerdo de paz en esta tierra pretendida por dos pueblos.
Seis décadas y siete guerras después, este mes de mayo Israel celebra sus sesenta años de existencia. Un aniversario que para los palestinos es el de la catástrofe –nakba en árabe-, el de un desastre que para ellos sigue muy vivo. Les resulta imposible olvidar el expolio y el hecho de tener que huir de sus casas en 1948. Hoy malviven, asediados económica y militarmente en un gueto: Gaza. Para los israelíes la nakba forma parte del pasado, pero para los palestinos la historia de la ocupación no ha terminado. Siguen sufriendo expropiaciones y viviendo en los campos de refugiados. Y les cuesta comprender por qué Israel hace caso omiso de la resolución de Naciones Unidas que exige la retirada de los territorios ocupados y goza de impunidad.
Por otro lado, la sociedad israelí está totalmente fragmentada porque conviven varias subculturas, desde judíos de los países árabes y emigrantes rusos hasta los religiosos sionistas y los hijos de los padres fundadores. Lo único que les une es el odio a los árabes; el desprecio al palestino y el desinterés por su futuro es, hoy por hoy, la norma.
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